Una Mañana Especial...


Me quede a dormir en la casa de atrás de la torre, queda a menos de veinte metros y sólo un montecito de acacias las separaba. La casa era una cabaña preciosa, una cocina comedor muy amplia, dormitorio, un baño en planta baja y un dormitorio en el piso superior.

Como a las cinco de la mañana me desperté, baje al baño y la escuche, en el primer momento no reaccione, no me di cuenta de qué se trataba, pero el segundo llamado sonó como un trueno, y me despertó, corrí hasta la torre, en calzones y la vi. El sol no había salido pero ya estaba claro, las marcas parecían dibujadas y a causa de la ausencia de viento el agua verde era un espejo. No lo podía creer, no sabía si ponerme la bermuda o agarrar la tabla; corrí como loco, chape dos mandarinas (que serían mi desayuno), la bermuda y la tabla.

Lo que más recuerdo de ese día, no son precisamente las olas surfadas, sino como me sentí estando prácticamente solo en toda la playa, compartiendo con el pescador (de una manera extraña) el paisaje y la paz que únicamente da la soledad.

El contacto con la naturaleza, la tranquilidad que se encuentra en la soledad de un pico, que nos permite reflexionar sobre nosotros y nuestra relación con el universo que nos rodea; el poder sentirme participe y no observador, esas son las cosas que más disfruto del Surf.

La ciudad no nos da esa oportunidad, pasamos usualmente frente a la naturaleza sin verla y eso de alguna forma nos aleja también de nosotros mismos, puesto que aunque no lo recordemos somos parte de ella y si nos diéramos la oportunidad de escucharla, comprenderíamos que ella siempre esta ahí para nosotros. Esto me hace pensar que solo soy un visitante de la ciudad, que en realidad estoy en casa cuando pongo los pies descalzos en la arena y mi vista en el horizonte.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Exelente freesurf!